la Gaceta literaria
15 mai 1927 Jean Cassou
SI NO MUERE EL GRANO Experimento muchas dificultades para concebir la necesidad, a la cual [521] obedecen ciertos hombres, de contar su vida, de volver pesadamente sobre los minutos que compusieron su existencia, de mascar y machacar esas ignorancias, esos pormenores insignificantes, esas casualidades, esas ceguedades, esas flasquezas que Shakespeare llamaba << un cuento recitado por un idiota >>. Una cosa tan obscura e incoherente no puede conseguir orden y claridad, sino en la transposición de la obra de arte. Una vida humana llega a asumir cierto valor y cierto interés cuando sirve de punto de partida para una transcendencia artìstica. El más alto poder, con el cual el hombre haya sido favorecido no es el de revivir su vida por la memoria, sino el de transformarla por la imaginación. Pero Gide, a pesar de los primores musicales de su estilo, no es, propiamente, un artista : es mucho menos y, a la par, mucho más. Sin embargo, cada vez que un hombre, privándose del sueño edénico de la creación artìstica, hizo el esfuerzo de quedarse en el infierno de su vida humana, de detener su curso y de reflexionar sobre, él, la humanidad tota entera, aprovechando aquella experiencia y aquel sacrificio, conoció una erA nueva : los nombres de Montaigne, de Jan Jacobo y de Gide, marcan para todos nosotros unos progresos, profundos. A cada uno de esos pasos algo nuevo se ha logrado. Y, sobre todo, ahora, mientras podemos contemplar la aspiración general que nos mueve a aislar, a reducir cada uno de los microbios que componen el hombre, le turban y le envenenan, a acrisolar cada uno de sus elementos, sea la razón, sea la poesìa, sea la vida sexual, sea la religión, sea la moral, a desembarazarlos de todo lo heterogéneo que queda en ellos, de todas las huellas que dejaron en ellos el interés y la anédocta sociales, es un espectáculo conmovedor el seguir en un solo hombre el compendio de todos esos esfuerzos y el ver [522] cómo éste los resumió en su experiencia personal. Al final de tantos afíos de lucha y después de la coexión más horrible que el hombre, en su perversidad, se haya impuesto (aquel demonio, aquel funesto enemigo del hombre se llamó Protestantismo), vemos a Gide cumplir en sí mismo las más fecundas análisis, separar el sentimiento del placer y la moral de la naturaleza y descubrir en su primer viajo africano [...] (1) la armonía y la serenidad. Es possible que después de unos combates tan crueles y tan extraños el espíritu humano respire mejor. Y he aquí al mismo Gide llegado, casi a los setenta años, a un estado perfecto de juventud, de frescura interior y de libertad. Ahora nos explicamos todas las contradicciones, las puerilidades, las inadecuanciones de aquella fuerza atormentada, a la cual se hubiera podido aplicar lo que no dices D. Luis un río :
Ahora ha llegado Gide a aquella plenitud ardorosa y purificada, de la cual las Nourritures terrestres no eran más que la prefiguración y el febril esbozo. Ahora puede aquel hombre darnos aquella filosfía del goce, aquel evangelio nuevo que esperamos y que es lo contrario del dilettantismo. El dilletantismo rebaja las emociones artísticas al grado de simples sensaciones agradables. El paganismo gidiano, al contrario, alza los motivos terrestres hacia la categoría de las más amplias y más integras emociones artísticas. En esas confesiones, las más dolorosas, las más ridículas contracciones se resuelven en la llaneza de una expresión clara, fácil, apacibile. Una ironía desenvuelta funde en la corrinte de una narración cristalina las más lobregas incertidumbres. Después de aquel tùnel, durante et cual hombre llamó pecado al pecado, volvemos a descrubir la ingenuidad y la salud de una edad de oro ? Es aquel progreso definitivo ? ? Podrá el spíritu humano detenerse largamente en una posición tan extrema, en un estado tan dupurado ? De Gide mismo siempre se puede esperar una reacción. Y, sin embargo, contemplémosle ahora, en el momento más interesante de su carrera espiritual. No sabemos si se otorgará la dulzura de saborear los frutos que sus vigilias han sabido hacer madurar. Tal vez otros deseos, otras sedes le vayan de repente a solicitar. Pero tal vez no llegue por esos otros caminos a una victoria tan completa como esta que acaba de obtener. Momento patético para aquel luchador de la carne y del espíritu. Y para [523] los que siguen y escuchan a aquel hombre luminoso y casi alegre, cuya presencia entre nosotros viene a ser el mejor testimonio de nuestra inquitud y de nuestra complejidad. De vuelta de un viaje más largo y más profundo hacia los misterios selváticos del continento negro, Gide se presenta como el hombre más joven, más cándido, más curioso, más humano de nuestro tiempo. Vuelve a posar sobre el mundo la mirada de un descubridor. El hombre que hubiera podido ser, sin aquella tan larga adolescencia, se despierta, en fin, y con todavía ciertos rasgos de adolescencia. Su conversación es una interrogación inacabable. Se apasiona por el cine, por los periódicos, por todos los dichos y los hechos, en los cuales busca una centalla del drama absurdo de la vida. Sabe (como Juan Jacobo) de las maravillas de la entomología y de la botánica ; nada terrestre le queda extranjero. Mira, mide, discierne, comprende. Y con un gesto de un cinismo admirable tranquilo, nos muestras el ejemplo de su vida, el la cual todo acaba de ser medido y comprendido. Asistimos aquí a uno de los mayores triunfos de la inteligencia humana. (1) Quelques mots manquent ici, en raison dune déchirure malencontreuse de la découpure dont nous avons disposé.
Repris dans le BAAG, n° 52, vol. IX - XIVe année, octobre 1981, pp. 519-20. Numérisation : Bernard MÉTAYER, pour l'Atag, août 1999
De manière à faciliter la référence
lors d'une réutilisation, la pagination de l'édition
originale dans le BAAG est restituée par l'indication
des chiffres de page entre crochets droits, sur le modèle :
|